Sabemos que Javier Milei es el principal candidato a la presidencia de Argentina para las elecciones de octubre, o de noviembre, si es en segunda vuelta. Sabemos que él se define como liberal, o libertario. Y podemos pensar que defiende los valores propios del liberalismo, como la vida, la libertad, la propiedad, o la primacía del Derecho sobre el poder arbitrario.

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La mejor definición de lo que él cree la dio el otro día, al celebrar los resultados de las elecciones primarias que le han terminado de encumbrar. Ofreció una larga cita Alberto Benegas Lynch hijo, en la que el también economista ofrece su definición de liberalismo:

“El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Nuestras instituciones son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia entendida como la libertad de entrada y salida, la división del trabajo, y la cooperación social”.

Con la excepción del esquema de dolarización, todas las medidas propuestas por Javier Milei se han llevado a cabo en otros países, y todas con éxito

Estas palabras son muy relevantes, no sólo porque son una muy buena definición del liberalismo, sino porque chocan con el mantra con que nos azota la prensa. ¿Un ultraderechista pediría “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo? ¿Tan lejos de nuestro sistema político está la defensa de la vida, la libertad y la propiedad? ¿La libre competencia es un valor propio de radicales? ¿Quizás lo sea la cooperación social?

Es fácil acusarle de ser un extremista, porque en él concurren dos circunstancias: defiende ideas que no están en el centro de la ventana de Overton, sin estar enteramente fuera, y es extremo y faltón en sus expresiones. Es fácil, pero no es honrado intelectualmente.

Pero lo más relevante no es el epíteto que le colguemos, sino las medidas que propone al pueblo argentino. ¿Cuál es el programa político de Javier Milei? ¿Cómo piensa acabar en la Argentina con su sinécdoque, la inflación? ¿Cómo va a reducir el peso del Estado? ¿Cómo va a integrar a la economía argentina en el comercio internacional?

Lo principal es su reforma económica. No obstante, es una reforma tan fundamental, que supondría un cambio político de calado; va más allá de la economía. Y aunque todas las reformas son relevantes, hay una que parece casi milagrosa: propone acabar con la inflación en Argentina.

La inflación es una política muy importante para el sistema político argentino, porque permite cumplir con los planes de gasto social, y facilita que los ajustes económicos los asuma el pueblo: la inflación devora su renta y le empobrece. Como dice también el propio Javier Milei, es un fenómeno monetario. Y lo crea el Banco Central de la República Argentina, que Milei quiere dejar para los libros de historia. ¿Qué moneda utilizarían nuestros hermanos argentinos? La que quisieran elegir; Milei acabaría con la moneda de curso legal, y reconocería la libre elección de moneda. Pero lo razonable es que al peso, que nadie quiere, le sustituyese el dólar, que todo argentino desea.

Pero el cambio de una monea a otra no es fácil de operar. Además, hay un problema gravísimo. Si Milei no hace bien la transición, los argentinos simplemente repudiarían los pesos. Esto crearía una hiperinflación, que terminaría de arrastrar a los argentinos a la pobreza, y arruinaría su obra política.

Para dolarizar la economía argentina lo que necesita el país son… dólares. Una vía para que el Banco Central atesore dólares es facilitar el pago de impuestos con la moneda estadounidense. Según Carlos Rodríguez, asesor de Javier Milei, el sistema bancario sólo tiene 15.000 millones de dólares. Pero los argentinos realizan pagos en una economía sumergida con una cantidad que roza los 300.000 millones de dólares, aunque otros cálculos rebajan esa estimación a 200.000 millones.

Emili Ocampo, que junto con Nicolás Cachanosky tiene una propuesta sobre cómo llevar a cabo la dolarización, dice que cambiar los pesos por dólares exigiría al órgano regulador disponer de 60.000 millones de dólares. La mitad de esa cantidad se canjearía por los pesos en un primer momento, y la otra mitad se iría incluyendo paulatinamente, en un plazo de no más de dos años. “Nuestro cálculo es que en 16 meses todos los pesos se canjearán por dólares. Será un proceso paulatino, como sucedió en Ecuador, que llevó un total de 9 meses”, dice Ocampo.

Tras la reforma monetaria, no habría más inflación que la que derivara de dos aspectos: la política monetaria de la Reserva Federal, y la capacidad de la economía argentina de ser productiva.

A eso vamos, pero antes hay que tratar otra de las políticas que propone Milei: la reducción del gasto público. Los subsidios y la asistencia social tienen que ser reevaluados, para que ese gasto destinado al consumo sea más eficiente, y no sostenga a amplias masas en la pobreza. Pero no empezará a reformarlo hasta que el crecimiento económico no vuelva al país.

También va a reformar la provisión de políticas públicas. Por lo que se refiere a la educación, “nosotros queremos avanzar hacia un modelo de libre elección y competencia en la educación. Para eso promoveremos, en acuerdo con las provincias, programas piloto de educación pública a través del sistema de vouchers”. Es decir, que propone un sistema de cheque, o bono escolar. El Estado sigue sufragando la educación, pero son los padres los que eligen dónde gastar el bono escolar, y dónde llevar a sus hijos. Esto facilita la competencia entre centros, y la competencia mejora la calidad. Algo muy parecido propone para la sanidad.

Las empresas estatales las cerrará o privatizará. En el caso de Aerolíneas Argentinas, espera poder hacer una gestión pública más profesional, para limpiar la empresa de rémoras, revalorizarla, y entonces venderla.

También propone acabar con el modelo de obra pública. Como en el caso de Chile, lo que propone es que las empresas inviertan en la construcción de las infraestructuras, y que esa inversión se recupere con el pago de los servicios de las infraestructuras por parte de sus usuarios. Va a eliminar varios ministerios, y sólo se quedará con ocho. En conjunto, quiere reducir el peso muerto de la Administración. “Reducir el empleo estatal en 1,5 millones de personas es posible y deseable”, dice Milei.

Esta reducción del gasto público le permitirá, según sus planes, reducir de forma drástica los impuestos. Hasta en un 90%. La sustitución de consumo público improductivo por consumo e inversión privados permitirá sacar a la Argentina del letargo económico en el que lleva dos décadas.

Ese cambio fiscal se desarrollará mientras se liberaliza la economía, y se abre al comercio internacional. Habrá una desregulación general, que también afectará al mercado laboral. Además, propone una suerte de mochila austríaca, que encaja perfectamente con la paulatina implantación de un sistema de pensiones privado, de capitalización, a la chilena.

Con la excepción del esquema de dolarización, todas las medidas propuestas por Javier Milei se han llevado a cabo en otros países, y todas con éxito. Y el esquema propuesto por Ocampo y Cachanosky para Argentina, que es el que ha asumido Milei, no es sustancialmente diferente del que se realizó en Ecuador.

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