Asistimos en España a la peor crisis de las sufridas por el actual régimen político. Lo propios muñidores del pacto que condujo a la Constitución del 78, se suman al coro histérico de los que piden su reforma urgente, asustados por la “movida catalana” (la llamamos así a propósito, porque la consideramos tan de garrafón, tan frívola y tan cutre como aquella celebérrima movida madrileña; aunque la catalana dejará peor resaca y aún más cerebros rotos).

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Muchos dirigentes políticos “apuestan”, como en un casino, por un Estado federal, para el mejor “encaje” de Cataluña en España, que por lo visto es un puzle al que le sobran piezas. Hemos oído la ocurrencia, o majadería, con diferentes variaciones, en boca de Sánchez, de Rivera, de Iglesias, de Margallo y muchos otros, e incluso lo mascullan entre dientes los independentistas “moderados” (que casualmente coinciden con los preventivamente encarcelados).

España podría convertirse, por arte de birlibirloque, en la primera Monarquía Federal de Partidos de la historia mundial

¡Qué prodigio de la inventiva civilizatoria! ¡Qué inaudito talento el de nuestros políticos! Gracias a su genio, España podría convertirse, por arte de birlibirloque, en la primera Monarquía Federal de Partidos de la historia mundial. Y no solo eso, sino que España sería también la primera nación histórica que decidiera trocearse en, no sé, digamos diecisiete pedazos, para luego coserlos entre sí con hilos federalizantes… Y lo dicen en serio, estas arañas tejedoras, sin que se les caiga la cara de vergüenza…

La crisis estructural del Régimen del 78

El régimen: de la corrupción al patriotismo

Pero hay que recordar, una vez más, que la movida catalana no estalló de repente y porque sí, sino que fue acelerada por actores que venían huyendo de otra bola más gorda, que amenazaba con destruirlos a ellos. Con la crisis de 2008, cerrado el grifo del crédito, empezaron a destaparse casos de corrupción a un ritmo espeluznante, varios cada semana, que implicaban directamente a altos cargos del Estado y miembros del más alto nivel de todos los partidos políticos tradicionales, tanto en Cataluña como en el resto de España. Con los jueces y fiscales pisándoles los talones, y con el amenazante horizonte del fin del secreto bancario, que iba a dejarles con las vergüenzas y las cuentas al aire, algunos patriotas catalanes decidieron huir hacia delante, dispuestos a volarlo todo con tal de salvarse ellos. Y lanzaron el órdago separatista, que quebró la viga maestra que mantenía al sistema blindado contra cualquier amenaza externa: el consenso.

«Si vas segando una parte de una rama, al final cae toda la rama y los nidos que hay en ella, y después caen todas las demás ramas» Jordi Pijol

Fue el mismo Pujol el que llamó a rebato a los líderes catalanistas: «Si vas segando una parte de una rama, al final cae toda la rama y los nidos que hay en ella, y después caen todas las demás ramas». A los pocos días de estas arbóreas declaraciones, Artur Mas convocaba el primer referéndum soberanista. Y así se hizo realidad, una vez más, el viejo adagio del Dr. Johnson que reza que el patriotismo es el último refugio de los canallas.

Del Movimiento Nacional al Estado de partidos

Cuando se pactó la reforma política del régimen franquista, y se consensuó entre los nuevos actores la CE del 78, lo que se hizo fue transformar el régimen de partido único estatal (el Movimiento), en un régimen de varios partidos, igualmente estatales. No se disolvió el Estado franquista, sino que se incorporaron a él los nuevos partidos y sindicatos. Para legitimar sus acuerdos, los partidos acordaron celebrar cada cuatro años elecciones plebiscitarias, en las que el pueblo refrendara las listas que sus jefes les presentasen. Y ahí acaba toda la participación ciudadana. Después los partidos se repartirían los cargos y los dineros proporcionalmente, según el porcentaje que su lista sacara en las elecciones, que no son democráticas, sino meramente estadísticas. Nombran al presidente del Gobierno (¡y pueden ser a la vez ministros y diputados!), a los órganos de gobierno de jueces y fiscales, a los directores de los entes, a los cargos de confianza, reparten concesiones, subvenciones, negocios… privilegios.

Los partidos son órganos del Estado, quien los financia y paga, incluidos los partidos independentistas

Los partidos son, por lo tanto, órganos del Estado, quien los financia y paga, incluidos los partidos independentistas. No es necesario extenderse más en esta explicación, una verdad de la ciencia política que ya ha argumentado y demostrado extensamente en sus libros, artículos, conferencias y programas Antonio García-Trevijano, quien ya en 1978 advertía que dicho régimen de consenso entre los partidos sólo se podría mantener a través de la corrupción. Su insobornable pasión por la verdad lo convirtió en una figura proscrita en el régimen de la mentira institucionalizada.

Pero Trevijano no se ha limitado a criticar el pacto entre el régimen franquista y los nuevos partidos, sino que ha desarrollado toda una teoría política, especialmente en sus libros Teoría pura de la democracia y Teoría pura de la República Constitucional, que lo convierten en el mayor pensador político actual de toda Europa. Sus ideas tienen ya enorme influencia entre pensadores y analistas políticos de todo el mundo, y con él se están formando las mentes que propiciarán el cambio político imprescindible no sólo aquí, sino también en toda Europa e Iberoamérica.

Que una obra tan fundamental como la suya permanezca en España oficialmente ignorada, sólo puede explicarse por el pacto de silencio en el que participan la clase política, los grandes medios, sus intelectuales en nómina y la clase empresarial. En resumen, quienes temen perder los privilegios que sólo el Régimen del 78, no su talento ni su esfuerzo, les ha otorgado.

Cuidado: políticos federalizando España

Muchísima gente es consciente de que es prioritario salir de este atolladero, pero no saben cómo. Seguramente porque no han leído ni escuchado a Trevijano, muchos prefieren creer que, cambiando a los actores, el guion de la obra se transformará. Por ejemplo, votando a Ciudadanos, UPyD, Vox, o a cualquier otro partido nuevo que aparezca. Y esto es erróneo, porque el problema no es la corrupción personal de tantos políticos siniestros, sino que es el sistema el que permite y reproduce una y otra vez la corrupción estructural. Del mismo modo que es el sistema el que ha conducido al intento de secesión catalanista.

Muchos prefieren creer que, cambiando a los actores, el guion de la obra se transformará

La crisis estructural del Régimen del 78

Hay que insistir en ello: el problema no es la evidente baja calidad moral e intelectual de los políticos actuales; el problema son las reglas del juego. No son las personas, sus decisiones ni sus preferencias ideológicas, sino el marco estructural no democrático y, por lo tanto, el viejo recurso de la renovación de las elites no puede funcionar en esta crisis. Aunque cambiemos a los actores, en muy poco tiempo estaríamos igual. O peor, si saliera adelante el bodrio de reforma federalista que proponen como panacea de nuestros males.

¿Qué español puede ser tan ignorante como para pensar que el federalismo le va a traer alguna mejora a él? Federalizar supondría multiplicar el número de entes estatales y, con ello, incrementar los impuestos para financiarlos y las leyes para obedecerlos, aplastando aún más al ciudadano. No cabe ninguna duda de que federalizar España solo conviene a la clase política, y tal vez a oscuros intereses financieros globales.

Federalizar supondría multiplicar el número de entes estatales y, con ello, incrementar los impuestos para financiarlos y las leyes para obedecerlos

El federalismo, además, viene como el roscón de reyes, con sorpresa dentro. Porque ni siquiera quienes lo proponen son tan estúpidos como para no saber que es incompatible con la monarquía, y que ésta sólo se justifica si mantiene la unidad histórica, dinástica y territorial del Reino de España. Así que, una vez lograran apaciguar la amenaza separatista con la promesa de un nuevo acuerdo territorial, los políticos abrirían la saca de la tercera república. Para colar el engaño lampedusiano, y construir el nuevo consenso que les garantizase la conservación de sus puestos, a alguien habría que sacrificar, para servir de carnaza que entregar al pueblo. Y qué mejor carnaza que la cabeza de un Rey. De esta grave cuestión nos ocuparemos en extenso, si Dios quiere, en un próximo artículo.


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Cristóbal Cobo
Soy hijo del baby-boom, cosecha del 65. Aunque me ha costado, al fin he alcanzado esa edad en que prefiero saber la verdad a engañarme con mis deseos. Durante muchos años edité y fui redactor jefe de la revista universitaria gratuita Generación XXI (desde 1996), pero la cerramos con la crisis del siglo (2008). Como no escarmiento y me gustan los negocios de riesgo, ahora edito libros en Editorial Manuscritos. Tengo granja, huerto y en mis ratos libres escribo, lo cual ya es vicio. Acumulo libretas tachonadas en un baúl, tres libros de poesía y un par de novelas en barbecho. Igual algún día me pongo a corregir y las publico, cuando sea viejito y ya nada importe. Políticamente insatisfecho, desafecto al Régimen, alérgico a las subvenciones, no alineado. Español renacido, perpetuo conspirador, libre de prejuicios mediáticos. Tengo amigos raros, fachas, comunistas, ácratas, ateos, católicos tradicionalistas, judíos y musulmanes.