En 1931 los Estudios Universal estrenaron uno de los filmes más exitosos del todos los tiempos. Dirigido por el genial James Whale, la cinta marcó la industria y la cultura popular del siglo XX. Su título resume todo el horror en una sola palabra: Frankenstein. El monstruo en cuestión, inspirado en el personaje de la escritora Mary Shelley, e interpretado por el inolvidable Boris Karloff, es una abominación construida con fragmentos de cadáveres y que cobra vida gracias a un científico sin escrúpulos.

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En el año 2016, Alfredo Pérez Rubalcaba, instaló en el ideario político español, la figura del “gobierno Frankenstein” refiriéndose a la aberración de un pacto de gobierno entre Podemos y el PSOE, entre Iglesias y Sánchez, con el beneplácito de comunistas, anticapistalistas, ecoprogresistas, separatistas y extremistas de toda laya y condición. En definitiva -como también afirmó el desaparecido líder socialista- con “quienes quieren romper España”. Esta pesadilla nació en el 2018 dejando a su paso un reguero de espanto e ignominia jamás imaginado.

La suma de  las derechas es posible en España, no solo para formar gobierno sino para empezar a cambiar la hegemonía cultural de la izquierda por una alternativa que lleve de la mano lo económico con lo político, lo ideológico con lo material y lo social con lo cultural

En vísperas del pasado 23-J, todo hacía pensar que la andadura de la criatura socialista llegaba a su fin. Alberto Núñez Feijóo se veía como vencedor de las elecciones generales y presidente del gobierno de España. Sin embargo ocurrió lo que parecía casi imposible: El PSOE y Sánchez no se desplomaron y Feijóo se quedó a mitad de camino para llegar a la Moncloa. El gallego ganó las elecciones, pero sus votos no fueron los suficientes para ser investido, ya que para ello hacen falta 176 diputados: logró 47 escaños más que en la anterior legislatura, hasta llegar a los 136. Todo indicaba también que necesitaría acordar, entenderse al menos, con  con un compañero públicamente no deseado como Vox, el único que le permitiría llegar a la cifra necesaria y añorada de la mayoría.

Sin embargo, el partido de Abascal solo consiguió 33 escaños perdiendo en el camino 19 diputados que dejan al centro-derecha fuera de juego y fragmentado. El añorado cambio de ciclo se frustró. El PP con su errada estrategia consiguió una amarga victoria que coloca a España frente a una situación endiablada. La ceguera del PP, en medio de incomprensibles botes de celebración por el resultado en el balcón de la calle Génova, pretende aún que el PSOE se abstenga para que, en sus propias palabras, poder derogar el sanchismo… Esto es como pedirle al monstruo resucitado que se entregue y se arroje por el barranco cuando tiene toda la fuerza para seguir adelante en su cometido; es decir, cuatro años más de mortales experimentos antinaturales. La dulce derrota de Sánchez ha dejado asombrosamente ante la posibilidad de reeditar un gobierno Frankenstein II.

El PSOE con sus 122 diputados, los 31 de Yolanda Díaz, más los 7 de ERC, 6 de Bildu, 1 del BNGa, los 5 del PNV -que ya han presumido de haber frenado y fastidiado a la derecha-, y lo más infame y surrealista, de que el delincuente fugado Puigdemont, con sus 7 diputados, tenga la llave de la gobernabilidad de la nación que pretende romper si votase  afirmativamente en una investidura sanchista. Lo que tenemos por delante es una abominación terrorífica nunca vista antes.

Ante el fracaso de Núñez Feijóo de formar gobierno, lo más probable es que nos espere la secuela del icónico engendro cinematográfico, mucho más absurdo y terrorífico, me refiero a La Novia de Frankenstein, con un componente mucho más feminista acorde a los tiempos, con una vicepresidencia yolandista acompañada de una cuadrilla los monstruos políticos más deleznables. Pero en este terreno, hasta último momento, nunca hay que dar nada por cerrado. Podemos encontrarnos también frente a un bloqueo por parte de JxCat, repetición electoral  y la incertidumbre institucional más absoluta.

¿Pero porqué no hubo cambio de ciclo el 23J? Hemos escuchado excusas victimistas, ridículas, absurdas, sin sentido, donde la culpa del desastre siempre la tiene el otro, el más malo y más feo… La derecha, y sobre todo Vox, ha sufrido una campaña mediática de demonización y el desprecio del PP. Esto es cierto pero no explica las verdaderas razones determinantes del porqué del fracaso y desilusión. En primer lugar no hay un solo responsable ni un solo factor. Vayamos por partes. En el caso del Partido Popular, ante todo, no debería aceptar agendas impuestas por la izquierda y sí romper con el complejo de ver en un aliado, un enemigo, en este caso, el mismo que ha demonizado la izquierda, es decir Vox. El PP debe aclararse acerca de lo que son los de Abascal y colocar a ese partido en el verdadero lugar que le corresponde, que es la defensa de España y la legalidad constitucional.

En el caso de Vox, es innegable que ha sufrido una campaña mediática de demonización muy dura e injustificada, pero ya se contaba con ello. También hubo mensajes contradictorios para con quien ya está gobernando en muchos sitios. Para muchos electores oír que el PP es lo mismo que Sánchez y Sánchez es el mal de España, confunde y no se entiende del todo cómo pueden llegar a acordar con ellos. Tanto PP y Vox deberían tener como prioridad y acuerdo de mínimos, la defensa en común de la idea misma de España y su continuidad como Nación, cosa que hoy corre un serio peligro.

Después de lo sucedido el 23J, se deberían tender puentes entre los dos partidos y no acabar de dinamitarlos. Ya no es tiempo de bipartidismo, de PP y PSOE, ni de mayorías absolutas sino de bloques y coaliciones. La izquierda lo ha entendido, la derecha no, porque una gran parte de ella no sabe lo que es, reniega de su ser y sufre el complejo disolvente de creerse lo que la izquierda dice de ella, avergonzándose y pretendiendo ser aceptada por aquellos que jamás lo harán.

Es prioritario actuar por España, con patriotismo, encontrando puntos esenciales de coincidencia, haciendo programas de mínimos para empezar  a recorrer una senda de sentido común y normalidad en el marco de la legalidad, pensando qué es lo mejor para la Nación y trabajar de manera conjunta, sin perder la necesaria identidad de cada partido. No hablamos del partido único de la derecha monolítica, ni mucho menos, sino al menos de alianzas electorales y de gobiernos entre partidos muy diferentes pero que coinciden en lo básico para conseguir dejar atrás la hegemonía cultural de la izquierda.

Ver y  reconocer los errores es el primer paso para replantear las estrategias políticas y sobre todo asumir la voluntad de ir en la dirección correcta que faciliten pactos, acuerdos, entendimientos entre cada una de las formaciones políticas. Poner la mirada en lo que une sin renunciar cada uno a los principios y postulados que permitan a obtener el apoyo electoral donde el otro no lo tiene, es la prioridad  antes de que sea demasiado tarde. El PP y Vox pueden coincidir, como mínimo en un bloque de legalidad constitucional, que fuera de él, parece haber desaparecido,  y más aún después del mapa político poselectoral.

La derecha política y sociológica no pueden permitirse más errores como los del voto útil, el gobierno en solitario y las mayorías absolutas, el asumir con normalidad los postulados de la izquierda, despreciar a quienes pueden ser sin reparo alguno sus aliados, es decir a los “parecidos”, que siempre es otro, ya que los iguales no existen. Tampoco deben de fraudar a los millones de españoles sensatos que rechazan el modelo desquiciado que la izquierda instaló en las últimos años. Entenderse antes, no después de la contienda electoral en un proyecto político de largo alcance y continuidad, es decir un nuevo modelo alternativo al actual.

Ejemplos de esto existen, funcionan, son exitosos y están vigentes. El modelo italiano es uno de ellos. Por ejemplo, Carlo Fidanza, europarlamentario y jefe de  la delegación de Fratelli d’Italia -partido liderado por la presidente italiana, Giorgia Meloni- del grupo parlamentario Conservadores y Reformistas -al que también pertenece el partido de Santiago Abascal-, respecto a los visto el 23 J manifestó: “Lo ocurrido en España confirma que nuestro modelo es ganador. Cuando en el centro-derecha te divides y piensas que el adversario está en tu área política pierdes o no ganas lo suficiente. Si adoptas el modelo Meloni y compites permaneciendo unido, los números están ahí y ganas”. Y en esto no se equivoca pero también sabemos que cada nación tiene sus particularidades, su historia y que el acercamiento y las coincidencias no son fáciles, implica ceder por ambas partes en pos del bien común pero sobre todo voluntad, audacia, trabajo y tiempo.

En el caso italiano, Forza Italia, miembro del Partido Popular Europeo y Lega Salvini Premier, miembro de Identidad y Democracia lo han entendido, lo han conseguido, hoy son mayoría y gobiernan en la tercera potencia económica europea miembro del G7. Vox tiene la experiencia y el consejo de sus compañeros de grupo europeo; el PP tiene a Antonio Tajani, vicepresidente de su grupo político en la UE gobernando en coalición con Meloni y Salvini.

La suma de  las derechas es posible en España, no solo para formar gobierno sino para empezar a cambiar la hegemonía cultural de la izquierda por una alternativa que lleve de la mano lo económico con lo político, lo ideológico con lo material y lo social con lo cultural. Ese es el desafío que España tiene por delante. De lo contrario, La Novia de Frankenstein, que ya está a las puertas de la Moncloa, terminará por arrasar lo poco que ha dejado en pie la anterior criatura abominable, también artificial y hecha de cadáveres.

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