La pandemia o la guerra de Ucrania que, geopolíticamente hablando, está a la vuelta de la esquina, ayudadas por la inestimable colaboración de los medios de información, han sido las últimas encargadas de recordarnos lo breve y futil de nuestra existencia, un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada, como escribía Goytisolo y tantos cantaron después. Quizá de dos en dos, la cosa tenga mayor sentido y trascendencia en el plano espiritual, pero todos sabemos donde acabaremos, seamos uno, dos o el equipo de futbol 7 de Antiguos Alumnos de Salesianos.

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La naturaleza que es muy sabia y bastante cachonda nos dota de distintos mecanismos para que el tránsito dure lo más que se pueda, convirtiéndonos en burros detrás de la zanahoria de la vida eterna que, atada al palo, permanece inalcanzable. Los sentidos, la fuerza, la inteligencia, el dolor, el miedo o el pesimismo se convierten en herramientas necesarias para estar prevenidos contra cualquier contingencia y sobrevivir en este cochino mundo. No dudo de la utilidad de todos ellos, pero convendrán en que sería mucho más interesante haber evolucionado hacia un sistema luminoso para advertirnos de que tenemos un agujero en las tripas que sufrir el dolor que esto provoca. Nos hubiéramos ahorrado un pico en paracetamoles e ibuprofenos.

Cualquiera que predique miedo y pesimismo, predica sumisión y totalitarismo porque si fuéramos capaces de abstraernos de nuestra propia vida y vivir lo suficiente, nos daríamos cuenta de que las cosas no están tan mal y que el que dice lo contrario miente, y él sabrá por qué lo hace

La evolución también nos ha hecho pesimistas, en general. Prepararse para lo peor, porque es lo que sientes que te espera, conforme te levantas por la mañana tiene su punto para salir adelante, pero también es bastante cargante. Además, permite, cuando no favorece, el abuso. Ese pesimismo evolutivo, junto con el dolor y el miedo es el que pulsan constantemente medios y políticos para llevarnos al redil. Ahora con la COP27 en marcha, vamos a darnos otra comilona de apocalipsis de esas que no te dejan dormir por la noche. Visto el asedio publicitario al que nos está sometiendo el Gobierno de España, a la postre mayor anunciante del país, difícilmente vamos a poder escapar de su ametralladora de mensajes aterradores. Vamos directamente al infierno, y no precisamente en la forma en que lo decía Bon Scott.

No seré yo quien rebata a Schopenhauer, pero con luces y sombras la existencia humana es objetivamente mejor hoy que en el pasado. La clave está en donde ponemos la raya que separa el hoy del ayer. Es evidente que la vida y su duración son maravillosamente más fáciles, largas y placenteras que hace 2000 años, sin embargo, siempre habrá nostálgicos de lo que pasó hace 20 o 40. Por desgracia, el periodo necesario para poder llevar a cabo un juicio mínimamente justo acerca del camino de nuestra civilización abarca algunos años más de los de nuestra propia existencia. Solo podemos juzgar este devenir en términos históricos y si así lo hacemos, mentiremos si no decimos que la vida ha mejorado. Vivimos en una época distinta a la de nuestros antepasados, pero con más comodidad, esperanza de vida y conocimiento para adaptarnos a distintas situaciones.

Citaba antes la COP27 y estamos en las mismas. Los procesos climáticos escapan a nuestro día a día y solo puede ser juzgados en términos históricos, lo cual no significa que a través del miedo y del dolor, machacándonos con estímulos negativos, podamos crear y de hecho hayamos creado, una situación de emergencia climática, que es un término absolutamente absurdo si lo vemos desde la perspectiva temporal correcta, una perspectiva temporal geológica.

Cierto es que el mundo está en guerra desde que el hombre existe – antes del hombre el pez grande también se comía al pequeño – y que ahora tenemos montañas de chips obsoletos – que antes eran viruela o peste –, pero de la misma manera que un aumento del CO2 puede tener efectos positivos en la atmósfera, como el incremento considerable de la masa verde de los últimos años, la aparición de la informática y sus discos duros ha evitado muchas talas de árboles antes de convertirse en basura. La creatividad, el ingenio y la propia naturaleza que nos obliga a perseguir la zanahoria tras el palo, nos han traído hasta aquí y pueden llevarnos a muchos otros tiempos y lugares.

Decía que no tengo intención de desmentir a Schopenhauer, porque no se si se extinguirá el hombre antes de que el planeta estalle o estallará el puñetero y nos pillará a todos bailando. No soy adivino. Nadie sabe en qué quedará la cosa en unos años. Aun así, sé positivamente que se cogen más moscas con miel que con excrementos. Sé que cualquiera que predique miedo y pesimismo, predica sumisión y totalitarismo porque si fuéramos capaces de abstraernos de nuestra propia vida y vivir lo suficiente, nos daríamos cuenta de que las cosas no están tan mal y que el que dice lo contrario miente, y él sabrá por qué lo hace.

No sean cortos de miras, qué usted no tenga la solución no significa que no se le pueda ocurrir a nadie. Llevan ocurriéndosenos desde siempre, aunque muy pocos de los ocurrentes tenían acta de diputado. Son necesarias otras motivaciones. La vida es demasiado corta desde muchas perspectivas y, por desgracia, para juzgar la época en la que vivimos, también. Verán que quien la juzga es porque algo quiere sacar del juicio.

Foto: Aron Visuals.


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