Los recientes sucesos en Rumanía, anulación de elecciones mediante, han llenado las redes sociales de comentarios sobre el pasado reciente del país, a los tiempos en los que el telón de acero caía sobre Europa Oriental. El comunismo rumano fue, hasta su muerte violenta en 1989, considerado por muchos como menos tiránico que el de los demás países del Pacto de Varsovia por la “independencia” del gobierno de Nicolae Ceausescu de la Unión Soviética; sin embargo, como todos los regímenes comunistas, su historia es un relato de terror y el mejor ejemplo es el llamado “experimento Pitesti”.

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Durante la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos utilizaron las teorías del reflejo condicionado de Pavlov para entrenar a sus perros bomba. Los animales pasaban hambre durante varios días y después se les daba de comer debajo de un carro de combate con el motor arrancado, de este modo, el perro asociaba el ruido del motor a la comida. Una vez debajo del tanque, donde el blindaje es menor, la carga explosiva que el perro llevaba en el lomo se activaba y destruía al animal y al tanque enemigo. La táctica logró cierto éxito por el factor sorpresa, pero luego los alemanes simplemente eliminaban a cualquier perro sobre el campo de batalla, y también produjo un efecto inesperado, cuando algunos perros decidieron comer debajo de los tanques soviéticos.

Además de la continua tortura, los reclusos tenían que asistir a charlas de adoctrinamiento político, para aprender entre paliza y paliza las bondades del comunismo o incluso la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética de Iósif Stalin

Las personas no son perros, pero la posibilidad de crear un método científico para su reeducación fue una idea muy atractiva para la consecución del hombre nuevo comunista: el homo sovieticus. El concepto de reeducación fue tomado del pedagogo soviético Antón Semiónovich Makarenko, que fue el teórico de la educación más influyente de la Unión Soviética y el más reconocido internacionalmente, se basaba en el supuesto de que se podía alcanzar el hombre nuevo mediante la “reeducación”. Makarenko, que incluso trabajó en el NKVD de Kiev en 1935, obtuvo grandes resultados con jóvenes huérfanos y delincuentes, a los que convirtió en un colectivo de trabajo muy disciplinado mediante la educación colectiva y el trabajo productivo. Makarenko murió en 1939, pero una de sus teorías, la de la reeducación mediante la tortura de unos prisioneros a otros, fue tomada al pie de la letra en uno de los hechos más horripilantes de la historia del comunismo: el “experimento Pitesti”, también conocido como “fenómeno Pitesti”, que se llevó a cabo en la prisión de Pitesti, en Rumanía, entre 1949 y 1951.

El experimento Pitesti

“El experimento Pitesti fue uno de los actos de barbarie más terribles del mundo moderno”.

-Alexander Solzhenitsyn

Rumanía, como el resto de los países bajo el control soviético, fue el escenario de una represión salvaje contra todos aquellos que podían representar una amenaza para la construcción del paraíso socialista. En diciembre de 1947, la abdicación del Rey Michael dio paso a la República Popular de Rumanía, y un años después se creaba la Securitate, que se encargó de perseguir a los enemigos del Estado y a aplastar a toda oposición al régimen. La Securitate hizo su trabajo con dedicación estalinista, y de los 617.000 presos políticos de Rumanía, 120.000 murieron en los gulags y prisiones rumanas. Entre los reclusos había políticos, sacerdotes, campesinos, escritores, diplomáticos y niños de apenas 11 años. Pero si hubiera que poner un nombre al terror comunista en Rumanía, ese sería Pitesti.

En 1949, los comunistas realizaron una campaña en las universidades rumanas para afiliar a los estudiantes al Partido Comunista. Los que se negaron por sus creencias políticas o religiosas, y los que habían pertenecido a las Fraternidades de la Cruz (movimiento juvenil del fascismo rumano, la Guardia de Hierro), fueron llevados a la prisión de Pitesti con el objetivo de convertirlos en buenos comunistas. El número de víctimas del experimento oscila entre las 700 y las 5.000 según los historiadores.

Para llevar a cabo el experimento, Alexandru Nikolski, jefe de la Securitate, confió en Eugen Turcanu, un miembro del Partido que había sido delatado por su militancia fascista en el pasado y condenado a siete años de prisión. Turcanu reunió un grupo de presos y creó la Organizația Deținuților cu Convingeri Comuniste (Organización de Detenidos con Convicciones Comunistas – ODCC), que se convertirían en los primeros torturadores de Pitesti. Tras unos primeros intentos de “reeducación” mediante la tortura sistemática en la prisión de Suceava, el experimento se llevó a Pitesti, que albergaba, sobre todo, a jóvenes estudiantes.

Reeducar mediante la tortura

“Cuando decías: ‘Sigo creyendo en Dios’, en cinco minutos estabas cubierto de sangre”.

-Roman Braga

El método para destruir la personalidad de los reclusos y convertirlos en verdaderos comunistas era denominado “desenmascaramiento”. Los presos eran sometidos diariamente a descargas eléctricas y a brutales palizas, y también se les hacía pasar hambre y se les proporcionaban drogas alucinógenas. Pero la tortura no sólo era aplicada por los guardianes ya que, como medio de reeducación, los presos también participaban en las palizas. Hay registrados casos de quemaduras con cigarrillos, estrangulamientos, roturas de dientes y extracción de uñas. La tortura también incluía humillaciones, como obligarles a comer sus propios vómitos, y el odio más absoluto hacia las creencias religiosas de los reclusos; los presos eran obligados a sustituir las palabras sagradas por blasfemias al recitar la liturgia y a utilizar heces humanas como hostias para la Sagrada Comunión.

Además de la continua tortura, los reclusos tenían que asistir a charlas de adoctrinamiento político, para aprender entre paliza y paliza las bondades del comunismo o incluso la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética de Iósif Stalin. La tortura y el adoctrinamiento debían convertir a los presos en comunistas obedientes, en un proceso de “desenmascaramiento” que comprendía las siguientes etapas:

La primera era el “desenmascaramiento externo” en el que los prisioneros debían revelar, bajo tortura, todo lo que se creía que habían ocultado en los interrogatorios anteriores. Como es lógico, muchos presos inventaban delitos para acabar con la tortura y demostrar su lealtad absoluta a la ODCC y al Partido Comunista.

Después llegaba el “desenmascaramiento interno”, en el que los torturados tenían que traicionar a otros presos, revelando los nombres de los que se habían comportado bien con ellos o incluso de los que les hubieran ayudado de algún modo.

La tercera etapa consistía en la humillación pública, un “desenmascaramiento moral público” en el que se obligaba a los reclusos a renunciar a todas sus creencias personales. Destruir la fe de los reclusos era el objetivo principal de esta etapa, en la que se profanaba todo lo que era sagrado para los prisioneros. Los guardianes “bautizaban” a los presos hundiéndoles la cabeza en cubos de orina y excrementos, y les obligaban a blasfemar golpeándoles sin piedad.

Por último, los torturados debían convertirse en torturadores y torturar a sus compañeros. Si los presos cumplían esta misión satisfactoriamente, se consideraba que la reeducación había tenido éxito; de lo contrario, si los presos se negaban o no cumplían con su papel de verdugos con el suficiente entusiasmo, había que volver a empezar.

El fin del experimento

“Intentaron destruir nuestras almas”.

-George Calciu

Se desconoce el número exacto de presos que murieron como consecuencia de las torturas del experimento, aunque la mayoría de los historiadores hablan de entre 100 y 200 muertes. La muerte era para muchos la única opción para escapar de Pitesti, pero el suicido era casi imposible bajo una vigilancia constante. Los presos no recibían cubiertos y debían comer de un recipiente sin usar las manos. No obstante, dos presos, George Serban y George Vatasoiu, lograron suicidarse arrojándose por la abertura entre las escaleras, y obligaron a los guardias a colocar redes de seguridad.

Un año después de su inicio, las autoridades comunistas estaban satisfechas con los resultados del experimento y se decide implantarlo en otras prisiones. El 12 de julio de 1951, el médico Ion Simionescu, de 67 años, sometido al proceso de reeducación, se arrojó contra el alambre de espino para que los guardias lo mataran. Su muerte se hizo pública y las autoridades iniciaron una “investigación”.

Alguien tenía que pagar y, por supuesto, no iban a ser los mandatarios comunistas que habían permitido el experimento. Turcanu y otros 21 miembros de la ODCC fueron juzgados en secreto y condenados a muerte el 10 de noviembre de 1954. Cinco de los condenados vieron su pena conmutada por trabajos forzados, pero Turcanu y el resto fueron fusilados el 17 de diciembre en la prisión de Jilava. Los funcionarios menores de la Securitate implicados el experimento fueron juzgados en 1955, condenados a penas leves y puestos en libertad poco después. Además, siguiendo las directrices habituales de la justicia comunista, el tribunal encontró pruebas irrefutables de que el experimento había sido el resultado de una infiltración exitosa de agentes estadounidenses y de los fascistas de la Guardia de Hierro en la Securitate, con el único objetivo de desacreditar a la policía rumana y al Partido Comunista.

La memoria de Pitesti

“Muchos de los nuestros murieron, muchos de los nuestros se volvieron locos, pero en algunos de nosotros triunfó el bien”.

-George Calciu

Hubo que esperar hasta 2014 para que se abriera un museo dedicado al horror del experimento Pitesti en una cuarta parte de la antigua prisión y que posteriormente, en 2023, fue declarado monumento conmemorativo. Las celdas se convirtieron en espacios de exposición sobre la represión y el sistema de control del régimen comunista, y las diferentes etapas del “experimento”. En recuerdo de las víctimas, cada semana se celebra un servicio religioso en la sala más grande de la antigua prisión y el lugar de las peores torturas.

También hay varios documentales sobre lo ocurrido en Pitesti, entre los que cabe destacar “Beyond Torture: The Gulag of Pitesti” – Más allá de la tortura: El Gulag de Pitesti- (2007), de Alan Hartwick. El primer documental histórico hecho fuera de Rumanía y que presenta el horror del experimento a traces de los testimonios de tres supervivientes, Nicu Ionita, el padre Roman Braga y el padre George Calciu, que vivieron para contar sus historias e incluso perdonaron a sus captores.

Por último, “Pitești: El experimento”, estrenada en 2022, es la primera película hasta la fecha que narra lo sucedido en Pitesti. Dirigida por Victoria Baltag, la película es completamente independiente porque ninguna entidad estatal rumana quiso subvencionar el proyecto. Por ese motivo, fueron necesarios 12 años de documentación, rodaje y postproducción hasta que la película fue estrenada. “¿Qué sabemos del comunismo? Muy poco. Falta información, faltan documentos quizás, falta interés (quizás). El comunismo causó el mayor número de víctimas de la historia de la humanidad, pero ¿quién habla de ello? Además, ¿cuántos monumentos conmemorativos de los crímenes del comunismo conocemos?”, se preguntó Victoria Baltag en una entrevista sobre su película.

“Mi película es una contribución al recuerdo de los horrores y momentos abominables del comunismo rumano. Un gesto de conmemoración y respeto a los jóvenes que sufrieron torturas mentales y físicas, persecuciones y privaciones de libertad. Es muy importante conocer nuestra historia reciente -como lo fue el Experimento Pitesti- para aprender de ella y asegurarnos de que no vuelva a repetirse. Estas atrocidades no deben olvidarse para que el sufrimiento de estas personas no sea en vano. Voicu Ciobanu, uno de los donantes de la película, recordó que: ‘Todo lo que se necesita para que triunfe el mal es que la gente buena no haga nada’. No digáis que el ‘experimento Pitesti’ no volverá a repetirse. Depende de nosotros, de todos nosotros, y de lo que hagamos para que no se repita”.

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