Yo era bastante joven. Estamos en Portugal un 25 de abril de 1974 y en nuestro vecino país, al frente de su Ejército, el capitán Otelo Saraiva de Carvalho derroca el régimen dictatorial del país después de 40 años en la llamada “Revolución de los Claveles” sin derramamiento de sangre. Desde España, la juventud de entonces, mirábamos con admiración tal gesta y no con poca vergüenza… era como si Portugal se situara en los Pirineos cerrando a España y nosotros nos quedáramos en el último confín al oeste de Europa.

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Para muchos es sabida la implantación de la democracia en los países europeos —después de la II Guerra Mundial—en forma de regímenes parlamentarios que pusieran fin a los terribles desafíos y lucha de clases que directa o indirectamente condujeron a terribles conflagraciones y asentamiento de distintas dictaduras intentando lo que podría llamarse el equilibrio entre las posiciones obreras y burguesas, representándose en los parlamentos como conservadores y socialdemócratas. Una forma de promover el entendimiento entre lo desigual para intentar el consenso en aras a la convivencia. Los Parlamentos tendrían siempre la última palabra.

Cada uno tendrá que mirar dentro de sí mismo quién es verdaderamente un socialdemócrata genuino y quién un resentido porque la diferencia entre unos y otros puede conducir al éxito o el fracaso

No obstante, aquello que parecía tan simple no se produjo en la forma debida. Las monarquías asumieron y se plegaron a su función parlamentaria pero surgieron discrepancias conceptuales mucho más profundas en los países que emergían de las dictaduras y que planteo con dos frases conceptuales que marcarían la Historia y la forma de entender el progreso y la democracia. Como quiero señalar aquí.

Olof Palme, presidente de Suecia se interesa por los objetivos de la Revolución de los Claveles y Saraiva de Carvalho le dice que su meta principal era «acabar con los ricos». Sospecho que a muchos, esto nos “suena” a algo. De Olof Palme podemos decir que era el líder del Partido Socialdemócrata Sueco desde 1969 hasta 1986 asesinado de un tiro en la espalda el 28 febrero de 1986 sin que pudiera resolverse la autoría—, y además era Vicepresidente de la Internacional Socialista desde 1973.

La respuesta de Saraiva de Carvalho produjo una gran sorpresa a Olof Palme, que le responde: «Es curioso. Nosotros aspiramos a acabar con los pobres».

Nos situamos frente a dos ópticas, teóricamente demócratas. Ante un socialista como Palme, realmente un pilar en la socialdemocracia europea, cuyo objetivo esencial es eliminar la pobreza. Lejos de un socialismo resentido que pretende eliminar la riqueza y con ello igualar a la pobreza a toda la población: exceptuando de tal pobreza, evidentemente, a los impulsores de la misma que seguirán viviendo en una opulencia creciente y de ello tenemos sobradas muestras de quienes se hacen llamar a sí mismos progresistas y demócratas y con ello impedir el crecimiento de la sociedad. ¡¡¡Un gran error!!!

La elección entre estas dos frases va a significar nuestro verdadero progreso o estancamiento. De nosotros depende. Y todavía hoy se defiende y sostiene esa creencia por personas que no parecen buscar el crecimiento social sino “ahogar a aquel que tenga más, sea por méritos o por trabajo”.

Sin duda alguna, ya en aquella época, me gustaba más la socialdemocracia de Palme, mucho más concienzuda y sensata donde, además, tenía cabida cualquier espectro incluyendo un aspecto más conservador porque no chocaría frontalmente.

Cada uno tendrá que mirar dentro de sí mismo quién es verdaderamente un socialdemócrata genuino y quién un resentido porque la diferencia entre unos y otros puede conducir al éxito o el fracaso. Lo absolutamente necesario es estar alerta y desde luego, abrir bien los ojos para distinguir sin permitir que “nos den las cosas hechas”.


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