La idea de la conspiración se encuentra implícita en el juicio que en su día se hizo, y que prevalece todavía, respecto de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de 2016. Ese suceso “inesperado” no podía ser más que fruto de la manipulación, de una gran conspiración. Ni siquiera por parte de las élites se contempló la posibilidad de que, para un elevado número de votantes, sencillamente pesó más la promesa de mejores oportunidades que la garantía de una globalización subsidiada llena de buenas palabras. Puede que esta elección fuera errónea, pero no por ello dejó de ser racional.
Lo mismo podría decirse de muchos electores que votaron a favor del Brexit. Quizá para ellos los beneficios de permanecer en la UE llevaban aparejadas concesiones que racionalmente no quisieron asumir. Y tal vez prefirieron apoyar a quienes les prometieron que conservarían algún control, en vez de apostar por un experimento europeo sobre el que pensaban que no tenían control alguno. Podemos disentir de su criterio, por supuesto, pero ni eran idiotas ni fueron manipulados: hicieron un cálculo racional que, como todo cálculo, podía errar respecto de los costes y los beneficios, pero quizá no desde el punto de vista de determinadas preferencias. Porque no todo son aseadas sumas y restas en las elecciones humanas.
Sin embargo, el disgusto y la incomprensión de estos sucesos, y otros que han tenido lugar posteriormente, parecen haber empujado a personas presuntamente ilustradas y racionales hacia la resbaladiza pendiente de la gran conspiración; es decir, las nuevas tecnologías habrían permitido que fuerzas poderosas concertaran sus esfuerzos para manipular a la opinión pública…..……………………………………..[CONTENIDO EXCLUSIVO MECENAS]
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Cuando las élites se vuelven estúpidas
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