En 2022 habrá elecciones en Francia. La candidata del nacionalismo populista, Marie Le Pen, obtendrá la mayor cantidad de votos pero no le alcanzará para ganar en primera vuelta. Y cuando todos supondrían que sería el candidato del socialismo el que llegaría al balotaje, el escenario de fragmentación y descontento apolítico y posmoderno, sumado al crecimiento de la población islámica, hará que un nuevo partido denominado Hermandad musulmana, con el 22,3% de los votos, desplace de la segunda vuelta al candidato socialista por apenas cuadro décimas. El máximo referente de la Hermandad, su candidato, se llamará Mohammed Ben Abbes y será un líder potente con un discurso liberal en lo económico, una propuesta imperial para una Europa ampliada y una única gran pretensión para Francia: incidir en el laicismo de la educación.

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El día de la segunda vuelta habrá atentados y se suspenderán las elecciones. Pasadas algunas horas se sabrá que quienes perpetraron esos atentados son fascistas simpatizantes de Le Pen y yihadistas musulmanes que nada tienen que ver con la prédica democrática de la moderada Hermandad. Estos hechos precipitarán un acuerdo entre los socialistas y la Hermandad, y el electorado progresista acabará votando a Mohammed Ben Abbes en nombre de la defensa de la democracia y la República Francesa.

Marruecos, Turquía, Argelia y Túnez ingresarán a la Unión Europea y se intentará avanzar para que el Líbano y Egipto hagan lo propio

Ben Abbes será presidente y la Sorbona se hará islámica; los colegios laicos seguirán siéndolo pero con menos recursos estatales que contrastarán con una millonaria inversión de petrodólares saudíes para las escuelas privadas islámicas; bajará la delincuencia por políticas de “mano dura” y disminuirá la desocupación porque habrá un retiro masivo de las mujeres del mercado del trabajo gracias a los incentivos económicos que otorgará el nuevo gobierno para revalorizar la vida familiar con la mujer en la casa y al cuidado de los niños; Marruecos, Turquía, Argelia y Túnez ingresarán a la Unión Europea y se intentará avanzar para que el Líbano y Egipto hagan lo propio.

¿Es muy inverosímil esta gran predicción? Cada uno tendrá su opinión pero se trata del contexto en el que se centra la historia de un profesor universitario llamado Francois, protagonista de la novela que Michel Houllebecq publicara en 2015 y que lleva el título de Sumisión. La posibilidad de una Francia islámica a la vuelta de la esquina generó una enorme controversia que se sumó a la trágica casualidad de que el lanzamiento oficial de la novela debió ser suspendido porque estaba planificado para el 7 de enero de ese año, día en que sucedió el atentado a la revista Charlie Hebdó donde el propio Houllebecq perdió a un amigo. Si a esto le agregamos que Houllebecq había declarado en 2001 que el islam era la religión más tonta del mundo después de que su madre se convirtiera al islamismo, tenemos todos los condimentos para un escándalo que le valió tener que vivir con seguridad personal durante un buen lapso de tiempo por temor a represalias. Es que la novela fue interpretada en clave islamofóbica y machista, entre otras cosas.

Lo incómodo de la novela es su visión de la decadencia de los valores de Europa

Sin embargo, desde mi punto de vista lo incómodo de la novela es su visión de la decadencia de los valores de Europa encarnados en la figura de un protagonista que es un académico de mediana edad desentendido de la política, con una vida mediocre de burócrata investigador, que no rehúsa acudir a prostitutas para tener sexo cuando su novia judía acaba autoexiliándose presa del pánico, y al que le importa todo bastante poco, incluso la muerte de sus padres.

Y sin embargo, Francois necesita de una fe y es el islam el que se la proporciona, aspecto que Houellebecq resalta aún más cuando hace decir a un intelectual musulmán que Europa se ha suicidado y solo el Islam podrá revivirla. Pero aquí no se trata solamente de una religión que permite creer en algo sino que además ésta ofrece, de hecho, la reincorporación a la Sorbona, Universidad de la que habían echado a Francois por no pertenecer al Islam, y la posibilidad de la poligamia. Esto significa que le ofrece al protagonista una salida y un bienestar inmediato, especialmente por la opción de una vida con varias mujeres, algunas más dedicadas a los quehaceres del hogar y otras más jóvenes, siempre dispuestas para el sexo. Que esto supusiera mayores gastos para Francois era un dato a tener en cuenta pero el acceder a distintas mujeres cuando él lo deseara, valía el esfuerzo.

El ciudadano europeo se presenta como verdaderamente sumiso frente a los cambios vertiginosos de las últimas décadas

En este punto Houllebecq sigue la línea de buena parte de sus otras novelas haciendo una descripción aguda del cinismo y la hipocresía del ciudadano medio occidental dispuesto a sacrificar sus libertades y su modo de vida con tal de que se le garantice la satisfacción de sus placeres egoístas. En este sentido, el ciudadano europeo se presenta como verdaderamente sumiso frente a los cambios vertiginosos de las últimas décadas. Así, una lectura posible es que la sumisión, antes que identificar el centro de la religión islámica en tanto sumisión del hombre ante dios y de la mujer ante el varón, más bien describe el estadio actual del europeo medio cuya capacidad de indignación se restringe a la declaración altisonante diaria que se viraliza en las redes y que atenta contra la corrección política.

Esta misma decadencia de los valores o deriva ideológica de tradiciones políticas y cosmovisiones que hoy sucumben ante el relativismo moral y se enmarcan en un proceso de autoflagelación de Europa que lleva décadas, también se puede observar en el modo en que Houllebecq construye el escenario político y el resultado electoral. Porque es obvio que no existe la Hermandad Musulmana ni Ben Abbes y que plantear que un partido así pudiera surgir en Francia en lo inmediato es inverosímil, pero lo que resulta claro es que con este artilugio el autor denuncia la confusión en la que incurren las izquierdas y los socialismos en Europa y en el mundo, asumiendo como propia una agenda que entiende a la política actual como obligada a actuar en un escenario en el que las categorías a atender son las de un cúmulo de identidades minoritarias fragmentadas que se presentan como víctimas de una normatividad opresora representada mayoritariamente por el Estado o por unas mayorías simbólicas y difusas.

La novela culmina con Francois convirtiéndose al Islam y con un partido islamista triunfando en Bélgica

En esta misma línea podría entenderse el hecho de que, en la novela, el socialismo y la izquierda francesa aceptaron un retroceso de los valores laicos y republicanos a cambio de resguardar el modelo capitalista, lo cual, a su vez, daría a entender que la democracia republicana y liberal no es condición necesaria ni suficiente para el florecimiento de economía capitalista.

La novela culmina con Francois convirtiéndose al Islam y con un partido islamista triunfando en Bélgica, esto es, en el centro de Europa. Es evidente que al momento de elegir, Houllebecq prefirió inclinarse por la incomodidad antes que por un final feliz.

Foto Debashis Biswas


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