Mark Zuckerberg acaba de anunciar este mes en la conferencia para desarrolladores F8 2018 que lanzará Facebook Dating, una sección dentro de su plataforma generalista para facilitar las citas románticas. La noticia cayó cual balde de agua fría sobre Tinder y otras aplicaciones similares. Teniendo en cuenta los precedentes, el sector entendió que venía la muerte de otro competidor a manos de Facebook. Las acciones de Match Group Inc. –la matriz de Tinder, OkCupid, Match.com y otras plataformas de citas amorosas– se precipitaron a la baja 22 por ciento. Aunque dos días después, el 3 de mayo, la acción de Match Group ya se estaba recuperando, con un alza del 5 por ciento durante las operaciones del día. Match Group reportó ingresos de 379,9 millones de dólares en su cuarto trimestre fiscal que acabó el 31 de diciembre de 2017, un alza del 28 por ciento frente al año anterior.

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Una firma de investigación de mercados digitales, eMarketer, proyecta que la cifra de personas que usa aplicaciones de citas crecerá, tan solo en los Estados Unidos, de 25,7 millones de usuarios en 2018 a 36.1 millones en 2020. Según este estudio, uno de cada tres solteros en este país que marca tendencias en el sector tecnológico, ya usa estos servicios. Cuando Facebook se mete en este negocio es porque considera que hay mucho espacio para crecer y crear segmentación. Por ejemplo, en Mashable opinan que el servicio de Facebook será para el segmento más senior, al anunciar la intención de apostar por las relaciones sentimentales de larga duración, frente al ritmo más frenético y promiscuo de contactos casuales de otras aplicaciones como, por ejemplo, Tinder.

No obstante, la reacción de la competencia no se hizo esperar, quien relacionó el nuevo producto de Facebook con sus recientes crisis. Joey Levin, CEO de IAC, la compañía que posee la mayoría de acciones de Match Group, en su respuesta a la prensa, ironizó que el producto de Facebook sería genial para las relaciones entre Rusia y Estados Unidos aprovechando que “el agua estaba caliente”. Mientras Mandy Ginsberg, CEO de Match Group, sembró la duda sobre la seguridad de los datos personales de los usuarios en Facebook. Recordemos que la firma de mina y analítica de datos radicada en Londres, Cambridge Analytica, habría usado de modo ilícito los datos de al menos 50 millones de usuarios de Facebook. Pese al escándalo, que llegó incluso a forzar a Zuckerberg a comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos durante dos días y ante el Parlamento Europeo durante el pasado 22 de mayo, Facebook reportó ingresos de más de 11 mil millones de dólares estadounidenses en el primer trimestre de este año, lo que supone un aumento de prácticamente un 50% más comparado con el mismo periodo en el año anterior.

Los legisladores no se ponen de acuerdo sobre cuál es el verdadero problema con Facebook

La comparecencia de Zuckerberg ante el Parlamento Europeo fue igualmente soporífera a la del Congreso estadounidense. No sólo por cuestiones de forma. También por el fondo: los legisladores no se ponen de acuerdo sobre cuál es el verdadero problema con Facebook. ¿Es solo el caso concreto del uso inapropiado o ilícito de datos de usuarios tras el escándalo de Cambridge Analytica? ¿O es un problema más amplio y general sobre cómo las redes sociales diseminan desinformación, causas populistas y el extremismo político? ¿O es que quizás estamos ante una compañía global que simplemente está creciendo y volviéndose demasiado poderosa en el “panóptico  digital” de la nueva sociedad de control? ¿De verdad debemos dejar al mercado libre actuar en los campos donde compite Facebook? ¿Acaso el liberalismo económico doctrinario no nos está haciendo pecar de ingenuos en esta época de extorsiones y dosieres de campañas negras o difamatorias por doquier?

Si ya pasó con Facebook, y ya pasó con la web de adulterio Ashley Madison en 2015, ¿qué impedirá que nuevos fallos de seguridad revelen datos comprometedores o sensibles que afecten a la imagen pública de cualquier persona? Este es argumento más manido del cine o la novela de género negro o policíaco. Sólo cambia el soporte, de analógico a digital, de la información con la que se chantajea. Sin embargo, podemos intuir que los daños de estos nuevos servicios de citas, van a ir más allá de las extorsiones bajo amenaza de revelar información comprometida.

Fíjemonos, por ejemplo, en estos estudios que muestran cómo cuesta mucho más atraer mujeres que hombres a este tipo de aplicaciones. El coste medio de conseguir que una fémina instale una aplicación de citas en su teléfono es de 3,49 USD, frente a los 2,36 de los hombres. Si se quiere que la persona se registre en el servicio, el costo en publicidad es de 6,66 USD para las mujeres frente a 4,17 USD para los hombres. Si se quiere una suscripción premium al servicio, el coste para la app es de 356,59 USD para engancharlas a ellas, frente a los 291,68 USD que cuesta comprometer a los hombres. La diferencia de unos dólares no nos puede parecer mucho comparado de uno a uno, pero cuando pensamos en términos masivos hace una gran diferencia en este negocio. Según testimonios de algunos usuarios, sitios como el famoso Ashley Madison, se compone en un 95% de perfiles falsos de mujeres creados por operarios de la compañía. Una ex-operaria de netcenter brasileño de Ashley Madison acusó a la web en 2012 alegando haber creado mil perfiles falsos de mujeres brasileñas para la versión nacional de la web. Según ella, tal trabajo causó lesión por esfuerzo repetitivo. Todo esto confirma que la presa a batir por excelencia es la mujer.

La uberización del ligue, del cortejo y del sexo ya está aquí y ha roto el juego de la seducción

Estos datos parecen confirmar lo que el sentido común y la experiencia nos viene diciendo toda la vida: que el coste de oportunidad en las relaciones sentimentales o simplemente sexuales, por la mera fisiología, pero también por la cultura asociada a los roles de género, es mucho mayor en las mujeres que en los hombres. El objetivo de estos servicios es conseguir rebajar ese coste de oportunidad lo más posible, para aumentar, lógicamente, cuotas de mercado y los rendimientos económicos. Es la misma lógica del cartel de Ladies’ Night en bares y discotecas. La desintermediación tecnológica de servicios tradicionales como agencias matrimoniales o de parejas, secciones de contacto, locales nocturnos o de copas, celestinas, prostíbulos, proxenetas ha llegado también a estos sectores. La uberización del ligue, del cortejo y del sexo ya está aquí y ha roto el juego de la seducción. La lógica del libre mercado es impecable e implacable, pero las consecuencias a medio y largo plazo sobre la cultura, la psicología, el sexo, las relaciones personales y la sociedad no están siendo medidas o ni siquiera previstas.

Del mismo modo que los seres humanos hemos vivido a lo largo de nuestra historia evolutiva en un entorno en el que era difícil la obtención de hidratos de carbono y azúcares, también hemos vivido en un entorno en el que la obtención de la gratificación sexual y reproductiva era costosa. De hecho el hambre y la pulsión sexual son dos de los grandes motores de la historia. Nuestros cuerpos no están preparados para tener la gratificación de la energía de los hidratos y azúcares tan a la mano como la industrialización nos proporciona hoy día. La epidemia de obesidad y diabetes ya es mundial y a nadie se le oculta. ¿Qué va a ocurrir cuando cuando los costes de oportunidad de ser promiscuos, en hombres, pero sobre todo, en mujeres, baje aún más hasta costes marginales cercanos a cero? Los progresos en la higiene y la medicina, la emancipación económica y sexual de las mujeres no había eliminado los costes sociales de ser promiscuos.

Estamos separando masivamente el erotismo de las emociones y de todo tipo de compromiso social

Pero esta uberización del sexo termina dándole una vuelta de tuerca más a todo este proceso de alienación: ya habíamos separado la sexualidad de la reproducción y los riesgos de contagios con los anticonceptivos, el sexo de la construcción de las relaciones culturales de parentesco con el sexo fuera del matrimonio, el erotismo de la relación sexual con la pornografía gratis, la fecundación del erotismo con la reproducción asistida. Pero ahora lo que sucede es que estamos separando masivamente el erotismo de las emociones y de todo tipo de compromiso social.

Las herramientas de agregación informática, especialmente en los centros urbanos densamente poblados, nos permiten variar el sexo ajeno con el que nos masturbaremos cada noche, pero siempre será con la misma goma de por medio, y el mismo vacío de sentido, una masiva incapacidad para amar o establecer relaciones humanas más básicas. Ni siquiera hay que esforzarse por ligar o tener un amante. Basta darle a corazón o aspa de la aplicación en la soledad de nuestro cuarto hasta conseguir el match de la noche. No debe extrañarnos que las adicciones de índole sexual hayan aumentado en todo el mundo.

Puesto en términos freudianos, el principio de placer era sistemáticamente sometido al principio de realidad. El problema, detectado por Freud y denunciado por el gurú del 68 Herbert Marcuse en Eros y civilización, era la hiper-represión, la supremacía de Thanatos sobre el Eros. Con la uberización del sexo, ¿estamos ante el último perfeccionamiento de la desublimación represiva denunciada por Marcuse o meramente ante el cumplimiento de los postulados marcusianos mediante una tétrica sublimación no represiva? Que nos contesten los millennials

Foto H. Heyerlein 


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