Reuters ha recurrido a los servicios de YouGob para realizar una encuesta a más de 93.000 personas de 46 países sobre sus hábitos de consumo de noticias. Es un informe que lleva varios años haciendo, de modo que ofrece la perspectiva de ver qué tendencias evolucionan con el tiempo.
Por ejemplo, una de las tendencias más señaladas es la del consumo de noticias en formato digital. Bajo el influjo de dos asuntos de actualidad de gran relevancia, como son la pandemia y la invasión de Ucrania por Rusia, se ha acelerado el cambio estructural “hacia entornos mediáticos más digitales, móviles y dominados por plataformas, con nuevas implicaciones para los modelos de negocio y los formatos del periodismo”.
La combinación entre la degradación de la profesión periodística, la multiplicación de nuevos medios de la mano de la tecnología, y el conflicto entre las ideologías oficiales y quienes se oponen a ellas, ha hecho que la reputación de los medios se resienta
Otra de las tendencias es que los usuarios cada vez son más reacios a iniciar su búsqueda de noticias en las webs o apps de sus medios de comunicación de referencia. En la actualidad, sólo lo hace un 22 por ciento, 10 puntos menos que en 2018. Los usuarios prefieren (o preferimos) acudir a algún mediador que nos lleve a las noticias. Típicamente, ese mediador son las redes sociales, pero también están los buscadores o los “agregadores de móvil”, aplicaciones que, como SmartNews, TopBuzz, GoogleNews o Flipboard, por poner algunos ejemplos, ayudan a categorizar y filtrar noticias.
Por supuesto, Facebook sigue en cabeza de los intermediarios entre los lectores y las noticias que consumen. Pero su importancia cae a pasos agigantados, y va por el camino que lleva a las grandes empresas de internet a ser una larga y prolija entrada en la wikipedia. Amenazan su posición otras redes sociales, como YouTube o TikTok.
Esta red social es un caso muy interesante. Es una empresa china. Y como es una dictadura comunista, eso quiere decir que la empresa está controlada por el gobierno de Pekín. Cuando los medios estadounidenses, (algunos), señalan que desde TikTok se sobreponderan los mensajes que son disolventes desde el punto de vista moral y favorecen el consumo de drogas, es difícil no ver la mano de China apretando por el pescuezo a la sociedad norteamericana. Y se está convirtiendo en el principal mediador entre los más jóvenes y la información que reciben.
Todo ello forma parte de lo que podemos prever por el cambio tecnológico, y por el comportamiento que vemos en los demás y en nosotros mismos. Lo más significativo de este estudio, aunque no sea estrictamente una novedad, es el descenso en la confianza que generan los medios de comunicación en los usuarios.
El consumo de medios tradicionales cae, parece que sin remedio, pero el aumento en el uso de los nuevos medios no compensa esa caída. Es decir, el público pasa cada vez más de lo que hacen los medios de comunicación.
Durante la pandemia, la credibilidad en los medios aumentó. Pero la situación se ha dado la vuelta, y esa confianza es ahora menor. Sólo dos de cada cinco usuarios (el 40%) confía en los medios de comunicación la mayoría del tiempo. En 2017, casi dos ciudadanos de cada tres, el 63%, estaba muy interesado en la actualidad informativa. Hoy es menos de la mitad, el 48%. Uno de cada tres huye de la actualidad.
Una de las vías es que los usuarios paguen por los contenidos. Esto permite que los medios de comunicación cuenten con más medios, y puedan dedicárselos a crear una información de mayor calidad. Pero en el mercado de la información, hacer un mejor producto no pasa sólo por dedicar grandes dosis de talento y medios para explotarlo.
De hecho, no está claro hasta qué punto los consumidores de los medios de comunicación son también sus principales clientes. La pérdida de un modelo de negocio rentable de la prensa ha hecho que las empresas que trabajan en este mercado recalen en otros clientes que pueden darle lo que los consumidores no pueden o no quieren: dinero. El dinero puede llegar directamente, por medio de la publicidad institucional, cuando no directamente de subvenciones.
Hay otro camino más indirecto, que es el que conecta las modas intelectuales, algunas de dudoso origen, con las políticas de las instituciones internacionales (ONU, UE), y a éstas con las grandes empresas y, finalmente, con los medios de comunicación. Anoten este mecanismo de transmisión, porque lo vamos a recuperar más adelante.
Los ciudadanos saben que son la estación final del viaje de la información, cuya estación de origen no está clara. Son los receptores de un producto encargado por otros. No es que sea así en todos los medios, ni la sensación tiene que ser del todo cierta. Pero lo es en alguna medida, y eso es suficiente para arruinar el prestigio que tuvo la prensa en otro tiempo.
Es normal desconfiar de los medios que tienen una perspectiva sobre la realidad distinta de la propia. Los consumidores de información buscan reforzar lo que piensan. Eso ha pasado siempre, y no debe sorprendernos. Pero la situación actual es peor, y yo creo que hay un motivo específico: los medios de comunicación mienten.
Mienten, ocultan la información, cubren la realidad con mensajes distorsionadores… Eso lo hacen los medios, incluso los más serios, con asiduidad. No es lo mismo que el fenómeno de las “fake news”, a las que no sé por qué no se les llama “noticias falsas”. Se llama “fake news” a las informaciones, falsas o no, que se salen del mecanismo de transmisión que mencionaba antes.
No. De lo que hablo no es de “fake news”, sino de las verdaderas mentiras, ocultaciones y distorsiones que se producen en los medios. La combinación entre la degradación de la profesión periodística, la multiplicación de nuevos medios de la mano de la tecnología, y el conflicto entre las ideologías oficiales y quienes se oponen a ellas, ha hecho que la reputación de los medios se resienta. Y que los ciudadanos se distancien de ellos. O que intenten salvarse del naufragio de la prensa aferrándose a sus medios favoritos que, creen, son los únicos que les defienden. O, directamente, que huyan de la actualidad, como hace uno de cada tres ciudadanos. Una tabla de salvación; es a lo máximo a que pueden aspirar la mayoría de las empresas periodísticas.
Foto: Balázs Kadlicskó.
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