La llegada de Georgia Meloni a la más alta esfera del país transalpino nos demuestra que las feministas no han sido lo suficientemente radicales en su lucha reivindicativa porque no han sido lo suficientemente clarividentes en su diagnóstico exploratorio. En Georgia nos encontramos con que cualquier ilusión que quiera poner en planta de igualdad a hombres y mujeres choca con sus “melones”. Lágrimas negras para el feminismo.

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Con su aparición nos hemos persuadido de que las mujeres ya no deben de ser iguales a los hombres; las mujeres vienen a ser los nuevos hombres. Estos, incautos, se han masculinizados recluyéndose bajo las catedrales del Spinning y esto porque han visto su ímpetu perdido ante el peso de la aflicción y la mancha de la cobardía. No pululan entre nosotros, esos hombres de antaño capaces de equilibrar el vigor necesario para empujar hacia adelante la antorcha de la humanidad. Han creído llegar a la fase final de la travesía, se han despojado de la camisa del progreso, han acomodado el trasero a la primera piedra que han encontrado y han dejado de rezar.

Ahora es la mujer quien irrumpe entre una masa de languidecientes para rescatar de ellos el vigor perdido y dar así continuidad y garantía, desde su luz particular, a la marcha civilizatoria

Detenido el peregrino avanza el remordimiento. Bajo esta triste transición ha despejado de su vista aquel horizonte con el que daba forma a sus ilusiones y se ha llenado la cabeza de preocupaciones. Ya no es menester aferrarse a la fortaleza ante un camino que se abre pisada a pisada a la aparición de geniales aventuras; el vigor palidece hundiéndose ante la comodidad de la piedra. Así, el hombre transita tras una estela hiriente de repliegue donde retirarse es vencer. Al preferir morirse antes que morir, vive para no morirse. En esta contradicción enjuaga amargamente sus lágrimas que ha elevado a la categoría de “sin vivires”. Cuando las sociedades pierden el vigor se estancan, dejan de pensar en la meta y se concentran en los dolores del zapato. Todo lo que antes le servía de estímulo para dar un zarpazo, ahora le viene bien para no meterse en líos. Todo le incomoda; todo le hace daño. Por ejemplo, la naturaleza fuente de vida se le presenta como un sumidero de su propia vida tras la fórmula de sucesivos cataclismos. Las mujeres compañeras de vida mudan, en cambio, a competidoras de su nivel de vida.

O peor aún: conforme se aumenta la esperanza de vida se pierden las esperanzas en la vida. Por estas razones el hombre se ha ido sustrayendo de la laboriosidad del taller y ha rehuido, de puntillas, de la luz del mundo. Así las cosas es ahora la mujer quien irrumpe entre una masa de languidecientes para rescatar de ellos el vigor perdido y dar así continuidad y garantía, desde su luz particular, a la marcha civilizatoria. Los hombres no son tus enemigos mujer, ahora son pacientes que agonizan y que ponen en ti la esperanza en el futuro. Toca un relevo y en Italia esas son las manos de Georgia Meloni que sin dejar de ser femenina, es tan viril como Aquiles. Seguir caminando es quizás, volver al inicio. El feminismo ha muerto, ¡Viva el feminismo!

Foto: GennaroCri.


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Antonini de Jiménez
Soy Doctor en Economía, pero antes tuve que hacer una maestría en Political Economy en la London School of Economics (LSE) por invitación obligada de mi amado padre. Autodidacta, trotamundos empedernido. He dado clases en la Pannasastra University of Cambodia, Royal University of Laws and Economics, El Colegio de la Frontera Norte de México, o la Universidad Católica de Pereira donde actualmente ejerzo como docente-investigador. Escribo artículos científicos que nadie lee pero que las universidades se congratulan. Quiero conocer el mundo corroborando lo que leo con lo que experimento. Por eso he renunciado a todo lo que no sea aprender en mayúsculas. A veces juego al ajedrez, y siempre me acuesto después del ocaso y antes del alba.